Las Beguinas, Una Comunidad De Mujeres Independientes En Plena Edad Media
Acusadas de herejía y perseguidas por su deseo de vivir en comunidades de mujeres al margen de los hombres y de la Iglesia Católica, las beguinas tuvieron una de las experiencias de vida femenina más libres y prósperas de la historia.
Cuenta en la introducción a su obra el novelista e historiador Mario Escobar, autor del thriller El espejo de las almas, que hace setecientos años las beguinas estuvieron a punto de conseguir sus derechos, pero fueron perseguidas por no aceptar las normas de la sociedad patriarcal. Aunque, en su etapa dorada, llegaron a sumar decenas de miles de integrantes y algunas de sus comunidades sobrevivieron hasta bien entrado el siglo XX, estas mujeres espirituales tuvieron que hacer frente a acusaciones de herejía por parte de la Inquisición.
Un mundo por y para mujeres
Estas comunidades fueron fundadas por mujeres que se negaban a cumplir los roles establecidos por la sociedad. Muchas eran viudas; otras, solteras o hijas repudiadas por su familia. Las beguinas no eran monjas, no estaban sometidas a ninguna autoridad eclesiástica y tenían total independencia económica.
Las beguinas vivían entregadas a la espiritualidad, pero desvinculadas de la Iglesia y aisladas en comunidades concebidas por y para mujeres, como de alguna forma fantaseó literariamente Christine de Pizan en su brillante La Ciudad de las Damas, una obra visionaria y feminista que revolucionó la Edad Media y que definió perfectamente la necesidad de crear un espacio específicamente femenino, donde todos los miembros viviesen en un plano de igualdad, en la que hubiese conciencia acerca de temas como la violación, la igualdad de sexos o el derecho de las mujeres a la educación.
Estas comunidades podían circunscribirse a un espacio tan minúsculo como el de una celda, el de una casa o abarcar un conjunto de casas o formar una auténtica ciudad dentro de otra ciudad –como fueron los beguinatos flamencos, declarados Patrimonio de la Humanidad en 1998–, pero todas reunían las mismas características: transgredían y trascendían la habitual dependencia y el sometimiento de la mujer de aquel tiempo a la jerarquía masculina. Cuenta Escobar que:
Dentro del beaterio no podían entrar hombres; ellas ejercían todo tipo de profesiones y ayudaban a las mujeres que habían sido violadas o se habían quedado embarazadas fuera del matrimonio.
La clave de su éxito entre las mujeres era su forma de entender el mundo, totalmente independiente del control patriarcal, y su dedicación altruista a los desamparados, enfermos, niños y ancianos, aunque especialmente a otras mujeres que habían sido rechazadas por sus familias o a las que les había dado la espalda la sociedad por presentar una tendencia sexual alternativa a la norma, un embarazo no deseado o haberse embarcado en una relación extramatrimonial.
Las beguinas, dedicadas al cuidado de los más vulnerables, también estaban entregadas a labores intelectuales y acostumbraban a practicar algunas de las artes: muchas de ellas dominaban la música, la pintura y la literatura y de las semillas de sus prósperas comunidades florecieron iconos como la multidisciplinar y visionaria Hildegarda de Bingen, poetisas como Beatriz de Nazaret, Matilde de Madgeburgo o Marguerite Porete, precursoras de la poesía mística del siglo XVI. Los beguinajes se extendieron con rapidez durante casi dos siglos hacia el norte y el sur de Europa, llegando a implantarse en Holanda, Alemania, Francia, Italia, España, Polonia y Austria.
Perseguidas por la Inquisición
Como exponente del espíritu libre de estas comunidades, Marguerite Porete fue condenada por herejía: la Inquisición primero la excomulgó, después la encarceló y finalmente acabó quemándola viva. En 1306, su obra sobre el amor divino, El Espejo de las Almas Simples, considerado uno de los libros místicos más importantes de la Edad Media y que precisamente da nombre a la obra de Escobar, ya fue considerado como herético y quemado en una plaza pública por el obispo de Cambrai. Debido a que Marguerite Porete se negó en rotundo a renunciar a sus ideales y a retirar de circulación su obra, en 1308 fue arrestada por el Gran Inquisidor Guillermo de París. La poetisa ardió en la hoguera en 1310, tras un largo juicio inquisitorial. Afirma Escobar en unas declaraciones recientes:
Se las intentó borrar de la historia porque eran peligrosas como alternativa social, como grupo que demostró que con muy pocos recursos se podía hacer muchísimo en un momento clave: la época del auge de las ciudades.
No cabe duda de que aquella cruenta ejecución debió ser ejemplificante y las comunidades místicas femeninas permanecieron durante años en el punto de mira de la nobleza, los monarcas o la propia Iglesia, al igual que lo estuvieron anterior y coetáneamente los monjes franciscanos o los templarios. No queda claro si la Inquisición logró debilitarlas realmente o solo en apariencia, pero los beguinatos resistieron el paso del tiempo hasta bien entrado el siglo XX. Aunque de forma cada vez más residual, siguieron activos y, en abril de 2013, Marcella Pattyn, la última representante de este movimiento religioso surgido en la Edad Media, falleció a los 92 años en Bélgica.
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