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COSTA RICA: Xinia Briceño (1974 - 2022), activista ambiental en la defensa del agua

Denunció el suministro de aguas contaminadas hasta el último día de su vida, murió trágicamente en un accidente de auto en esa misma ruta que tantas veces cortó para pedir justicia. 

Xinia Briceño fue una mujer que como tantas otras mujeres salía todos los días a buscar agua potable. Una entre muchas, el mismo trabajo, el mismo cuidado, diferente geografía. Lo hacen a diario las mujeres de Rajastán (India) y las mujeres Wayuu (Colombia) quienes caminan casi diez kilómetros diarios para poder llevar un poco de agua a sus casas. 

Lo hacen las del lago Chad mientras ven cómo se lo chupa el calentamiento global (“cuando mi madre nació, el lago tenía unos 25.000 km2 de agua, hace treinta años tenía 10.000 y ahora unos 1.200”, Hindou Oumarou Ibrahim, activista y geógrafa chadiana), lo hacen las de San José (Chile) mientras reciben amenazas de muerte por defender un sistema comunitario de agua potable y lo hacía Xinia en Costa Rica denunciando la contaminación por residuos de plaguicidas en las fuentes de agua del Caribe costarricense y luchando por la conformación de un centro de atención sostenible para los acueductos comunales. 

La lista, lo sabemos, no termina acá. Salir a buscar agua potable es peligro de muerte. Durante años Xinia, que formaba parte de ASADAS (Asociaciones Administradoras de los Sistemas de Acueductos y Alcantarillados comunales sin fines de lucro) denunció el suministro de aguas contaminadas. En 2003 el IRET (Instituto Regional de Sustancia Tóxicas de la Universidad Nacional) confirmó que las aguas que abastecían a las comunidades de Milano, Cairo, Luisiana y La Francia “no eran aptas para consumo humano” por la presencia de agroquímicos utilizados en la producción y postcosecha del ananá para la agroexportación. 

El agua que repartía un camión cisterna cada dos o tres días apenas alcanzaba para cocinar, la hora del baño era hora contaminada. Tuvieron que pasar quince años de gastritis, enfermedades en la piel, abortos espontáneos, lesiones musculares, malformaciones genéticas y muchas batallas libradas por Xinia y sus compañeras -Xinia bregaba por un relevo generacional: “tiene que quedar alguien peleando por las comunidades”- para que finalmente se construyera un tanque con agua sin bromacil.

“Siempre son las mujeres las que están buscando soluciones a la contaminación, siempre hay mujeres liderando acueductos comunales (…) nadie es más consciente de la carencia del agua que la mujer, en el mundo todavía hay una clara división de roles en el trabajo y son ellas (y también las hijas) quienes madrugan para buscar agua”, repiten las publicaciones internacionales sobre la vida y los bienes naturales del planeta cuando explican que el déficit mundial de agua de los próximos años -“no es sequía es saqueo”- no afectará de igual forma a todas las personas del planeta. 

Xinia murió tres días después de sufrir un accidente con el auto, iba por la misma ruta que durante años cortó para salvar la salud de su comunidad y la del agua. Sí, para salvar el agua, para que los ríos lleguen sanos al mar y para que esa línea ondulada de las crestas agudas, el océano primordial, el principio y el fin de todas las cosas de la tierra que es rocío y lluvia si circula por alturas y torrentes si lo hace por lo bajo, no deje de fluir limpia ni de noche ni de día.  

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