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El rubro textil es una de las industrias más contaminantes del planeta

El rubro textil es una de las industrias más contaminantes del planeta

Por qué hay que pensar dos veces antes de comprar ropa nueva

Marcela Laudonio es comunicadora social, se especializa en la investigación de daños ambientales y sociales generados por la industria textil. Desde su cuenta de instagram denuncia la explotación animal y laboral, la contaminación que genera dicha actividad y el consumo “de la moda” que sostiene un negocio millonario donde pierden muchxs y ganan pocxs. 

Marcela Laudonio, responsable del perfil @incomodaok en Instagram, donde denuncia las condiciones de la industria textil. (Fuente: Constanza Niscovolos)
Marcela Laudonio, responsable del perfil @incomodaok en Instagram, donde denuncia las condiciones de la industria textil.. Imagen: Constanza Niscovolos

A inicios del 2020 Marcela Laudonio publicó “Incómoda- cuerpos libres”, un libro donde problematiza la industria de la moda. Su familia vivió en carne propia lo que hoy denuncia: la precarización laboral y la explotación de las grandes empresas textiles del país. Investiga, además, el trabajo esclavo y las ganancias millonarias que acumulaban las marcas a costa de la explotación de personas pobres y en su mayoría migrantes, que aceptan desesperadas un pago miserable para al menos llevar un plato de comida a sus hijes. Así conoció también la otra cara -igual de siniestra- que tiene el mundo de la industria textil: la contaminación.

La industria textil figura entre las cuatro industrias más contaminantes del planeta, el algodón es la fibra natural más importante que se produce en el mundo. En nuestro país se cultiva en las provincias de Chaco, Santiago del Estero, Santa Fe, Formosa, San Luis, Salta, Entre Ríos y Córdoba. En 1998 se aprobó en Argentina el uso de semillas de algodón transgénico, explica Marcela en su investigación y con ello creció sin freno el uso de agroquímicos.

Argentina es uno de los países que más agroquímicos emplea por persona en el mundo. Numerosos estudios científicos han detectado restos de glifosato y otros productos, en el aire, el agua que tomamos, los alimentos, la ropa, los pañales y otros productos de higiene personal como toallas femeninas y tampones, explica Marcela. Además, lxs propixs trabajadores están expuestos a esa contaminación debido al uso de productos químicos en los procesos de producción. “El tratamiento de prelavado y desgastado de un jean es recontra contaminante y causa silicosis aguda, una enfermedad pulmonar que si no se trata a tiempo puede ser mortal. En general quienes hacen ese laburo no tienen el equipamiento que los proteja para que no pongan en riesgo su vida”, asegura Marcela.

 “Sólo para producir el poliéster, que es la tela sintética que más se utiliza, se usan por año 70 millones de barriles de petróleo --asegura Laudonio. El algodón es el cultivo que más plaguicidas consume: 24% de todos los insecticidas y 11% de todos los pesticidas del mundo. Para la producción del rayón o viscosa se talan 70 millones de árboles al año. Según el informe de 2019 surgido de la Conferencia de la ONU sobre comercio y desarrollo (UNCTAD) el rubro del vestido utiliza cada año 93.000 millones de metros cúbicos de agua, un volumen suficiente para satisfacer las necesidades de cinco millones de personas, dato escalofriante si tenemos en cuenta que hay poblaciones enteras que no tienen siquiera acceso al agua potable”.

Trabajo esclavo en el siglo XXI

La abuela de Marcela era tejedora a domicilio para una importante marca, también fue bordeadora a domicilio para una fábrica de medias y cosía a máquina en su casa. Por ese entonces, Marcela tenía nueve años, ella y su hermano trabajan con su abuela, en su casa de Castelar. No estaban obligadxs, pero era la única manera de subsistir y sostener la economía de la familia, la historia de las costureras a domicilio es su propia historia de vida. 

“Era un trabajo totalmente informal que lo hacía toda la familia. Nos pagaban centavos por cada producto. Entonces teníamos que hacer muchísimo para cobrar una plata que servía solo para comprar la comida. Trabajamos todos los días a cualquier hora porque cuanto más hacías, más cobrabas. Todas las vecinas que tenían máquinas hacían algún tipo de trabajo a domicilio, por supuesto, sin ningún derecho laboral. Treinta años después esto sigue pasando.”

Marcela no solo denuncia la contaminación y la precarización laboral de la industria textil también acompaña los reclamos de trabajadoras que día a día ven sus derechos avasallados en grandes fábricas. “Te imaginas estar trabajando y que alguien detrás tuyo esté midiendo tu rendimiento con un cronómetro? ¿Te imaginas estar sentada nueve horas y no poder levantar ni para ir al baño porque si no cumplís con el nivel de producción te suspenden?”, denuncia en su cuenta de instagram. Maltrato y acoso laboral, despidos sorpresivos con causas inventadas, indemnizaciones que no llegan ni al 20% eso es lo que están viviendo las trabajadoras de la fábrica Mauro Sergio Textilana S.A. ubicada en la ciudad de Mar del Plata.

En lo que va del 2022 ya despidieron a 50 personas y desde que comenzó la pandemia hubo más de 200 despidos. El 70% del personal son madres jefas de familia. Textilana es una de las empresas textiles más importantes de Latinoamérica. No está en crisis, solo quiere deshacerse de sus trabajadores y lo hace con los métodos más crueles. Sergio Esteban Todisco, uno de los dueños de Textilana, fue denunciado por poseer cuentas offshore y mencionado en los documentos Pandora Papers. “A raíz de la visibilización que hice del caso de Mauro Sergio comenzaron a llegarme un montón de mensajes de trabajadoras, por ejemplo, de Pergamino donde hay un polo textil grande, me contaban que les pasa lo mismo, todas fábricas de marcas muy conocidas.”

El trabajo precarizado en la industria textil se perpetúa en la actualidad, un rubro sumamente feminizado: “A nivel mundial, el 80% de quienes se desempeñan en la confección de ropa son mujeres y en muchos casos menores de edad en el caso de las trabajadoras a domicilio”, asegura Marcela. Hace cinco años un grupo de mujeres que cosen en sus domicilios comenzaron a organizarse para hacerle frente a las injusticias de las grandes marcas, formaron el sindicato Argentino de trabajo a domicilio Textil y afines (SATaDTyA) de manera totalmente autogestiva que ya tiene presencia a nivel nacional. 

Desde el sindicato diseñaron un tarifario que distribuyeron a nivel nacional, una herramienta fundamental para que aquellas trabajadoras que no tienen conocimientos sobre salarios puedan exigir una retribución justa de su trabajo por cada prenda que cosen. “Están peleándola pero siguen sin tener ningún derecho laboral”, concluye Marcela.

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