Exilio en Drumchapel- Poema de Marta Zabaleta. Salí de compras en Europa, y.en inglés.dic 1976


                                               DRUMCHAPEL, Escocia



 EXILIO en DRUMCHAPEL  

 

No sé si fue

porque llegué a Escocia
con una hija chilena con los pies congelados

por la Navidad blanca.
O si fue

porque llorando para adentro
le decía a Yanina que esos 'crakers' con juguetes

y un sombrero que salieron del árbol de Pascua
los había traído Lenin cuando llegó al río Clyde
para recorrer, como nosotras, este mismo camino

hacia los astilleros y sus obreros de Glasgow.

O si fue

porque la voz

de aquel hijo aun no nacido
me tronaba allá dentro que quería ser argentino
irrumpiendo la desolación del exilio.
¿llegaría con un pan bajo el brazo?
Y allí nació Tomás el escocés 

inocente víctima del desarraigo.

Pero fue

en una tarde como esta
poblada de cien trinos, extraña tarde  
de verano, cuando ya sola,

al perderme en las calles de Londres

divisé la vieja arboleda de mi casa en el campo.

Y vi en esos escudos rojos
aquellas otras banderas rojinegras
que avivaron mis sueños milenarios.

Y vi la sangre de Tania embarazada, 
cruzando el río ,.. el río de Bolivia
que jugaba las última burbujas sobre sus pieles bravas.
La vi caer atravesada por las balas.

Sentí esa tarde

que subía al barco con mi abuela,

allá en Piamonte, como cien años atrás,

que recorría la bahía y seguía navegando

hacia el Sur del Sur, mientras los demás

iban con un rumbo distinto, hacia Raspallo.

Mi abuela solo sabía hablar italiano
por eso

le vendieron un tranvía.

¿Sería que entendió mal?

¿O fue 

que no sabía el cuento del tío

en castellano?

Solo italiano.

 

Y luego de estos veinte minutos
puedo ya imaginarme su semana final,
cuando su corazón estalló con el calor   
del incendio de las tres destilerías de Campana,

ciudad del Río Paraná, adonde buscó otra patria.

 
Por eso, cuando murió mi madre, en San Nicolás,

en sueños me embarqué de vuelta a Génova,

porque allí estaba vivo su corazón.

Vehemente flor adormecida
de locos amarillos y azulados trineos acuáticos
barrenando como martinetes la estela burbujeante de aquel barco,
dejando atrás las grúas de La Boca. Escuchando

que en las islas del Delta lloraba un urutaú.

Llora llora urutaú.

Ya no existe esa Argentina

donde nací como tú.

En el exilio todo es ausencia.

Pero allá hay tambores, brincan las palomas que se sienten pueblo, otros Ches y muchas Tanias se levantan, Víctor Toro se monta a caballo de una estatua en el Bronx, y en Chile, cuatro hermanos mapuches están en huelga de hambre, setecientos secundarios están presos, aunque gobierna una mujer

que creían que iba a hacer herstoria. Y como antes,

mientras Los Andes se cubren de un rojo verde oliva

se van creando una, dos, cientos, miles de fogatas. Y ahora

tómate de mi mano. Adonde caiga mi metralla, la pena volará a crear otro Vietnam. Pero que en Irak no nos oigan, y gane la paz.

Y que la paz sea como mi abuelo vasco, que venga

con un pedazo de pan en el abrazo, rojo y negro,

que levanto en alto, como este verso

que les canto, contra la suerte de los mares

que como la muerte, siempre nos destina a la ida

sin vuelta. Sin la mamma.

Cuando lleguemos, si llegamos, lucharemos otra vez

por volver a ser alguien. Y en esa alguna parte
habrá siempre alguien que nos tenderá la mano.


Marta Zabaleta, Dia de la mujer,

Londres, 8 de marzo 



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