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MUJERES, GENEROS y DEPORTES

club que lidera Mónica Santino en Villa 31 fue identificado como modelo a replicar por el fondo mundial Women Win

Deporte y género: La Nuestra, un proyecto de inclusión social de niñas y adolescentes

Mónica Santino y María Bobenrieth en La Nuestra. (Fuente: Verónica Bellomo)
Mónica Santino y María Bobenrieth en La Nuestra.. Imagen: Verónica Bellomo

El club feminista La Nuestra, que lidera la DT Mónica Santino en la Villa 31, fue identificado por el fondo mundial de mujeres Women Win - con sede en Amsterdam-- como un modelo a replicar para promover entre chicas de sectores populares habilidades de liderazgo y que estén mejor preparadas para ejercer sus derechos. “Es el proyecto más original que conocemos, por la manera de pensar, por sus construcciones feministas. Estamos tratando de aprender de ellas sobre la manera como trabajan, para llevar esas prácticas feministas a otros programas que también apoyamos en otras partes del mundo”, revela a Página/12 la directora ejecutiva de Women Win, María Bobenrieth, quien participó durante un fin de semana de un conversatorio sobre deporte y feminismo organizado en la 31. La Nuestra es un proyecto de inclusión social de niñas y adolescentes a través del fútbol.

Bobenrieth tiene 62 años. Nació en Chile, se crió en Estados Unidos y hace dos décadas vive en Países Bajos con su esposa y sus dos hijos. Su amor por el deporte le viene de pequeña. Cuando con su familia se mudaron a EE.UU. no sabía hablar inglés y sus padres decidieron enviarla a ella y a sus hermanos a practicar distintos deportes para así aprender la nueva lengua. “Soy migrante, o como dicen mis amigas, un poco como un burro sin dueño dando vueltas en el mundo. Y es una manera muy linda de ser”, señala. En todo ese trayecto de mudanzas, “el deporte ha sido algo constante, para hacer amistades, redes sociales, siempre me ha seguido”. Por eso siempre creyó en su poder transformador, dice. Y es una convencida de que el deporte y el juego pueden ser herramientas clave para derribar las desigualdades de género que enfrentan cotidianamente niñas y adolescentes, sobre todo en barrios pobres y ayudar en la prevención de la violencia de género, el acceso a la salud y los derechos sexuales y reproductivos y el empoderamiento económico de las chicas. Por eso buscan detectar en distintos países –para apoyarlos con recursos económicos—iniciativas que conjuguen deporte y derechos, desde una perspectiva feminista.

Women Win busca donantes y el dinero que recauda lo distribuye. Desde que se creó, en 2006, sus iniciativas en asociación con organizaciones locales “han impactado” las vidas de más de 4 millones de niñas adolescentes y mujeres jóvenes en más de 100 países. En 2020 invirtió 3,1 millones de euros a través de sus distintos programas. Uno de ellos, se enfoca en el deporte y las niñas.

¿Qué hace La Nuestra?

Bobenrieth descubrió el trabajo de la La Nuestra hace un par de años. Santino llegó sola a la 31 en noviembre de 2007 con la idea de que las chicas de ese barrio pudieran también jugar al fútbol y darse cuenta de que también ellas tenían derecho a la pelota, a usar la cancha, territorio históricamente masculino, y en esos encuentros, mediados por el juego, empezó a hablarles de derechos, de la prevención de los embarazos no intencionales, del maltrato y las violencias machistas. Ya había desarrollado una experiencia similar en el municipio de Vicente López. Por el proyecto de la 31 pasaron más de mil jugadoras. Hoy son cerca de trescientas desde los 6 años hasta los 50 años. La Nuestra tiene un cuerpo técnico conformado por nueve entrenadoras, que reciben un aporte económico en concepto de viático. Pero por años, el proyecto se desarrolló sin fondos, o con muy pocos –algunos del Estado pero solo para material deportivo--, por el empuje y el compromiso militante de Santino y otras colaboradoras que se fueron sumando al proyecto.

“La Nuestra tiene la oportunidad de mostrar que se puede hacer un club de otra forma. Es una oportunidad que no debería perderse el país y menos la ciudad. Debería ser un orgullo para Argentina y para Buenos Aires contar con una persona como Mónica Santino, con tanta visión y tanto corazón”, dice Bobenrieth, maravillada del impacto que tiene el trabajo de La Nuestra en la vida de tantas chicas y mujeres. Paradójicamente, señala, no ha conseguido todavía un espacio propio para funcionar,

-¿Por qué sería importante construir un club feminista? ¿Hay en algún otro lugar?

-Que yo sepa no. Es un modelo que puede enseñar a los clubes de fútbol otra forma de poder. El juego es hermoso pero está tan comercializado. Las niñas van a poder ver a un grupo de mujeres profesionales que están jugando, que pueden ganarse la vida, competir. Puede ser una revolución, con alegría; es un experimento fantástico.

De Nike a un fondo global

Women Win empezó en 2006 como un fondo mundial de mujeres dedicado a promover los derechos de las niñas, las mujeres y las disidencias, a través del deporte. Lo fundó la holandesa Astrid Aafjes, amiga de Bobenrieth, que trabajaba en Mama Cash, que fue el primer fondo global para apoyar proyectos feministas. Por entonces, Bobenrieth era directora Global de Inversiones Comunitarias en Nike y le dio financiamiento inicial y apoyo personal a Women Win. Después se sumó como la primera presidenta de la Junta Directiva de la organización, y finalmente renunció en 2009 a la firma deportiva para unirse como directora Ejecutiva Adjunta del fondo.

“Las chicas son nuestro propósito. El deporte es nuestro poder. La innovación es nuestra ventaja. La colaboración es nuestra fuerza. El cambio es nuestra promesa”, es parte del lema de Women Win.

-¿Por qué pensaron en el deporte como herramienta para empoderar a las chicas?

-En principio, me parece que es una herramienta muy poderosa y trae mucha alegría, dos elementos que tienen que ir juntos. Después de 30 años, si no tienes alegría en esta pelea y sentido del humor, quedás agotada y totalmente deprimida. Empezamos a observar los resultados de distintos programas que mostraban que quienes se metían en el deporte reducían las chances de terminar embarazadas, se quedaban en la escuela, y armaban redes sociales. Hicimos un relevamiento para ver quiénes estaban usando esta herramienta en el mundo. Ahí nos dimos cuenta de que había muchas organizaciones locales en África y en Latinoamérica, y en la India, que usaban el deporte para empoderar a madres solteras o en programas educativos para niñas. Empezamos a aprender cuáles eran las barreras para que las niñas pudieran participar en el deporte. En ese tiempo yo seguía en Nike y me preguntaba por qué en los programas de responsabilidad corporativa había tan pocas chicas. Y los motivos que encontramos no eran muy sexys: tenían que ver con no tener ropa interior, bombachas o corpiños, porque no tenían manera de gestionar la menstruación, porque no era seguro llegar de su casa a la cancha, porque todos los entrenadores eran hombres y por esa razón en sus familias no las dejaban. Así nos dimos cuenta de que teníamos que pensar cómo ayudar a eliminar esas barreras porque al final son las mismas que impiden la participación de las chicas en toda la sociedad. Es lo mismo que hace La Nuestra, en la Villa 31.

En su visita al país, Bobenrieth participó de un entrenamiento del equipo de chicas de La Nuestra.

-Ves que las jugadoras salen, juegan, con toda la interseccionalidad que las caracteriza, la pobreza, el género, el color, la clase, el ser migrantes. Poco a poco hacen red, se fortalecen, y generan un movimiento en sus comunidades: a ti no te pueden abusar si hay otras veinte compañeras que forman parte de tu misma red. Entonces empieza a cambiar la comunidad, no solo las chicas, las madres, los padres. En el entrenamiento que vi anoche las madres estaban jugando en otra cancha, los padres venían a buscarlas. Es universal lo que están haciendo pero también es muy local al contexto.

-¿Qué destaca de la propuesta?

-Ellas se esfuerzan todos los días para desaprender y deconstruir las cosas que nosotros hemos aprendido del poder, de organizarse. Al principio te parece una forma un poco caótica, porque no es tan claro quién es la directora, pero cuando tu ves qué pasa cuando entra Mónica (Santino) y el equipo en la Villa 31, ves que las niñas corren a abrazarla, ves cuánto la quieren, te das cuenta de que la construcción del poder merece examinación. El sueño que tenemos ahora, que es el sueño de ellas, es tener un club profesional feminista de fútbol, que no va a ser copia de los clubes patriarcales. Es fenomenal. Con esa política que lleva adelante La Nuestra puedes cambiar la sociedad.

En el país no hay datos actualizados sobre la práctica deportiva, desde una perspectiva de género. Los últimos, del 2009, publicados recientemente por el Observatorio Social del Deporte –organismo que funciona dentro Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín— muestran que el 60 por ciento de los adolescentes de 13 a 17 años no realiza ninguna actividad física o deportiva extraescolarAl centrarse en las mujeres, el porcentaje sube al 70 por ciento. Además, del total de adolescentes que no realizan ninguna actividad física extraescolar, el 74,2 % pertenece al nivel socioeconómico más bajo y el 71,7 % vive en asentamientos.

-Recién en las Olimpíadas de Londres, en 2012, el Comité Olímpico Internacional exigió que junto a los equipos de varones tenían que ir de mujeres. ¿Cuántos años se demoró eso? Es un tema político. Y las feministas no estaban en esa pelea, no se metían. La generación de mi madre entendía el feminismo pero no pensaba el deporte como un territorio para pelear. Ahora, las nuevas generaciones pelean por los derechos de las mujeres en el deporte. Las chicas de la villa 31, como en otros barrios populares, tienen que luchar para encontrar su espacio para jugar, el derecho a jugar, es una de las fronteras del feminismo que hay que disputar. Si quieren boxear, que boxeen, si quieren hacer otros deportes tradicionalmente masculinos, que los practiquen, hay que cuestionar todo eso –dice Bobenrieth.

-¿Cuál cree que tiene que ser el vínculo entre feminismos y deportes?

-Las barreras que les impiden a las chicas practicar deporte en la adolescencia son las mismas que traban su participación en la política, en las comunidades, en la educación, en otros ámbitos de la sociedad.

Discriminación y exclusión

En Argentina, por estos días fue noticia que el club Vélez Sarsfield entregó el primer carnet no binario del fútbol argentino a Naimid Cirelli cuya familia, desde su bisabuela, ha sido socia del club. Y hace una semana se hizo en Buenos Aires el primer Mundial de Polo Femenino, donde el equipo nacional se coronó campeón. Pero al mismo tiempo, persisten obstáculos en los clubes para que las mujeres practiquen deportes. El INADI y la Secretaría de Deportes de la Nación presentaron los resultados de un relevamiento federal realizado en distintos clubes, que confirma que siguen siendo espacios excluyentes para niñas y mujeres, adentro y afuera de las canchas.

· Solo un 37 por ciento les brinda a las socias un acceso total a todos los deportes que ofrecen. Es decir, mucho menos de la mitad.

· Apenas uno de cada cuatro tienen paridad de género en sus comisiones directivas. Pero en general, las mujeres ocupan cargos de vocales y no los de decisión.

· Todavía 9 de cada 10 no tienen áreas de género y diversidad.

· Menos de un tercio de los clubes relevados (28%) tiene talleres de formación en género y DD.HH. para entrenadores y dirigentes.

. Y menos del 20 por ciento tiene protocolo en caso de violencia de género. El dato alentador es que un 23 por ciento más lo está elaborando.

Además del proyecto de La Nuestra, Women Win estuvo acompañando técnicamente la implementación del programa Una Victoria Lleva a la Otra (UVLO), que nació en Brasil y se llevó adelante con el apoyo de ONU Mujeres, el Comité Olímpico Internacional y otras entidades internacionales, a través del cual 46 organizaciones comunitarias de la Ciudad de Buenos Aires abrieron espacios deportivos para 1.236 chicas de entre 13 y 18 años durante 2021.

-¿Qué otros proyectos apoyan?

-Estamos trabajando con socios locales en más de 60 países actualmente. Uno de mis proyectos favoritos, que estamos desarrollando con el Fondo Internacional de Mujeres Indígenas, apunta a reclamar el deporte para mujeres indígenas y al mismo tiempo recuperar su cultura. En Nicaragua hay un grupo que está enseñando arco y flecha a las niñas, y la primera parte consiste en que puedan aprender a hacer las flechas y los arcos para que ellas puedan recuperar su cultura --contó Bobenrieth. Un tema que le preocupa es el crecimiento de los abusos de género en los juegos en línea: “La violencia de género está en ese mundo virtual. Muchas chicas han reportado incidentes. Tenemos un fondo con el que estamos trabajando para sacar el sexismo de los juegos, involucrar más a las chicas, y para que las empresas privadas paren este nivel de abuso, en los chats y todo lo que pasa en el mundo del gaming. Merece estudiarse qué está pasando ahí”.  

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